Cuando un profesor manda a casa un trabajo manual sabe, LO-SA-BE, que está despertando en las madres un volcán aparentemente en letargo, llamémosle Vesubio, peligroso y devastador con sus ardientes lenguas de creatividad.
Sí, algo enfermizo queda en muchas madres que ven en esas manualidades, una forma de expresar vía infante, cartulina y glitter las lavas de su buen hacer, evitando así que le haga úlcera.
A la historia me remito, ya que mi madre también expresó sus fueros geniales a través de la marquetería o de los cuadros de arroz pintado, que esto viene de lejos...pero hoy en día hay una peligrosa arma que hace que una madre no solo haga brotar su graciosa creatividad, sino que utilice la mayor herramienta mostradora de ingenio más competitivo y rápido jamás usado...el grupo de whatsapp del cole.
Sí, ahora una madre que se siente hacendosa, genial y brillante, no solo le hace el trabajillo al niño...además, con alevosía y mala sombra para las otras congéneres con menos inventiva, lo hacer posar con el trabajo en la mano y lo manda al guasap grupal. Ese en el que además de colgar fotos guarras, chistes malos, y lluvias de emoticonos, demuestran tener un control total sobre todos y cada uno de los cumpleaños de las madres, además del santoral de varias religiones incluida la católica y felicitar a quien corresponda, intentado SIEMPRE, como gran madre competidora que es, ser siempre la primera y la más original.
Esa madre, cuando se acuesta después de haber hecho el trabajo al niño, de equivocarse adrede para darle un toque infantil al elemento, de hacer colaborar al niño poniéndolo a contar lentejuelas y elegir el color del fieltro, pese a que luego ELLA, su buen hacer y su impecable combinación cromática lo corrija más tarde, posa su chisposa testa sobre la almohada, consciente de haber "ayudado" a su niño y ser la envidia del grupo.
Ayer mis hijas trajeron una galletita de cartón para que se decorara. Comprometida en mi propósito de Año Nuevo "No hacer los trabajos manuales de mis hijas", me dispuse a mostrar materiales y combinaciones mil, sabedora que cualquier botón no ganaría la batalla a un buen bote de purpurina. Agüé mi Vesubio en erupción y lo dejé hacer mella en mi sufrido estómago...hasta que uno de los CUATRO grupos de whatsapp grupales del cole en el que, de forma cobarde me mantengo, empezó a sonar mostrando las virguerías que otras madres habían creado...
¡Arde Pompeya!! YO, considerada por mi misma el ser más creativo de esta santa casa, la genial persona que creo el disfraz de Pou Diabólico para Halloween para toda la familia (consiguiendo un toque mierda con ojos para mí y ¿patata? asada para mi marido) había dejado que mis vástagas mancharan con un pegamento que no pegaba la cartulina, me llenaran el suelo de la cocina de destellos azules de por vida y la siguiente... y lo que es peor, me sentía arrasada...mala madre.
Mañana, pese al tic que aflora en mi ojo, mis hijas llevarán sus galletas con la tranquilidad en mi conciencia (esa que no ha quemado el truhán de mi Vesubio creador) que lo han hecho ellas. ¡A mí un nuevo año! ¡A mí un nuevo propósito! ¡A mí un móvil sin whatsapp!